La pintura de Gloria Llano ofrece un punto de vista inesperado y cercano sobre los procesos de formación de un universo aún por definir, una visión mística, que reposa sobre un laicismo cientificista que, por un momento, parece ignorar los principios de la fe, traslada estos intensos fotogramas y estas hipérboles cromáticas a al instante en e que se determina todo, al momento en el que surge la vida a partir del estado de la calma inercial de la materia.
Son paisajes primordiales en expansión, realidades fenoménicas descompuestas durante el proceso de formación, en el que pueden concebirse todas las creaciones posibles, determinadas por la materia que se extiende por todos los horizontes posibles de forma arbitraria para dar cabida a nuevas ideas evolutivas, lista para adquirir formas ya diseñadas por identidad superior pero que todavía no se han materializado.
En las pinturas de la artista se percibe la energía latente de un universo que acaba de estallar, la materialización de un proyecto que, mediante la aceptación de una metáfora no declarada pero que se intuyen en esas pinturas, transfiere la misma fuerza ejercida sobre la materia a la conciencia humana como una idea impuesta por un acto divino superior para promover el desarrollo de entidades conscientes, el paso simbólico de la oscuridad a la luz del conocimiento.
Al organizar una pintura que se mueve y vive dentro de la fina línea divisoria que separa el gesto abstracto e informal – sin renuncia, por ello, a significativos instantes figurativos- la acción de Gloria Llano se concentra especialmente en los valores expresionistas del color y el potencial de narración que ofrece las múltiples variables combinatorias del pigmento.
La artista dirige la atención del espectador hacia porciones determinadas y preestablecidas de la imagen, recurriendo a una división clara y bien ponderada de los espacios en relación con la proporción de la áurea para equilibrar vacíos y llenos, presencias y ausencias. Con sus creaciones alterna con habilidad momentos narrativos y descriptivos, identificando el epicentro de la acción dinámica de las masas cromáticas para luego dejar que las trayectorias vectoriales de la brocha abandonen el fondo, goteando y chorreando colores liberados desde la construcciones lineales, para que realicen el texto pictórico, orientándose desde el punto de origen hacia los limites de la tela, hacia la inmensidad de los espacios siderales que el propio lienzo no es capaz de acoplar, pero que pueden adivinarse fácilmente, mas allá del soporte físico de la estructura.
GAETANO SALERNO
Crítico y comisario artístico