Leobardo Pérez Jiménez
Escultor
La obra del escultor Leobardo Pérez Jiménez procura al espectador la revelación de la desnudez del cuerpo humano, como si esa desnudez nunca hubiese sido develada, y menos esculpida, y ahora lo es ―ambas cosas― para asombro de una realidad deleznable si su pedestal es la violencia y la especulación.
Esa hermosa desnudez universal, a los ojos del espectador en las piezas artísticas, se levanta de cuchillos delatores de un orden que nunca ha merecido la denominación de “justo”, y de monedas que, símbolos más de avaricia que de generosidad, representan aquí un mundo cuyo valor es solo precio y contaminación, y por posesión de lo cual los cuchillos se oscurecen y acechan.
Aquí la obra artística se revela como confirmación de que la belleza vence la violencia, porque aquella es eterna, y esta, circunstancial y pasajera; y vence la especulación y la codicia, para cuyos fines usan las armas, que nos delatan, pues la obra viene a decirnos que las armas no son las armas, las armas somos nosotros, y entonces el arte será el hilo que nos guíe, con mismos objetos y materiales, a la salida del laberinto del miedo, del prejuicio, del odio, del derrumbe.